Sobre este blog.
21 diciembre, 2009
05 diciembre, 2009
27 noviembre, 2009
14 octubre, 2009
12 octubre, 2009
08 octubre, 2009
Hogar. En Octubre.
B. Me gustaría poder responderte.
A. ¿Qué quieres decir?
B. No entiendo que me pasa. ¿Es normal?
A. Supongo, no todos se entienden todo el tiempo.
B. ¿Y en qué tiempo estás tu?
A. Eso no importa, tu eres el que anda raro.
B. No ando raro, solo que no me soporto.
A. Eso es un poco más normal. ¿Has peleado con alguien?
B. No, pero me gustaría hacerlo, así que mejor sería que te vayas.
A. ¿Quieres un cigarro?
B. Tengo cruda, no quiero más que golpear a alguien.
A. Bueno... - Prendió el cigarro. - ¿Se han visto esta semana?
B. En parte, he visto a alguien... Que me agrada.
A. Entiendo... y estas en... ¿Dicotomía?
B. Si. Algo así de seguro. Y lo peor, es que me hubiera gustado no encontrar nada a la vez.
A. Sé que es eso.
B. Es basura. Eso es.
07 octubre, 2009
Séptimo cigarro. 7
Séptimo cigarro.
Llegó así al último cigarro y a la parte más muerta de la tarde dominical, la más nostálgica, la más sepia y con aquella la tonalidad suave de la melancolía. Se fue envolviendo entre los retazos de poesía, y las frases a medio recordar que escuchaba en su nueva trova.
Agobiado de la vida reposada y del escuchar a las ventanas golpear contra la pared, su muralla infranqueable. Voces. Voces en su interior alterando su muerte constante. Sus ojos negándose a ver en el espejo solamente su rostro, su rostro gris y sin perfumar. Sus ojos negándose a enfrentar que hacía horas sin razón lloraban. Una piel fría, amoratada y sin nada que la cubra más que la pared del departamento por el que luchó por hacer suyo.
Las puertas se abrían y cerraban, la helada brisa impetuosa del desenfreno recorría la casa desnudándola por completo. Y con esa, la última bocanada de humo, se dice que salió de su boca, algo más que dióxido. Desde entonces su boca se mantiene obtusa, haciendo burla del gesto de sorpresa que la vida nunca le trajo.
04 octubre, 2009
Adios Mercedita.

16 septiembre, 2009
02 septiembre, 2009
Séptimo cigarro. 6

Sentado y apoyado en su escritorio, con una lámpara de luz amarilla y con música tranquila, en resumen, el ambiente perfecto. No es suficiente. Nunca es suficiente últimamente. Sentía el repudio y odio que sólo puede sentir un presunto escritor al no poder verse reflejado en el papel. El sexto cigarro. Como un toro divisando a su victima botó con fuerza, el humo de la nariz. Ebrio de tanto oír nada y queriendo vociferar sólo mantuvo el repugnante silencio. Dos horas sentado. Tratando de pensar. Tratando de evadir la impaciencia infantil que a veces por completo lo asaltaba. Sin tener mucha idea de nada y con las palabras hechas un nudo a las faldas de la garganta, con un dolor de brazo tan desesperante como el cigarro que parecía infinito, que no lo relajó en lo más mínimo, al contrario pareció alterarlo.
El cigarro finalizó con un par de arcadas. Aplastó el cigarro contra el cenicero con adversidad inigualable.
18 agosto, 2009
Cucharita de realismo.
ni todos los puros tienen sabor a mocha.
ni todos los cafés vienen con aquella única
cucharita de azúcar, cargada exactamente como me agrada.
No todos los días Miraflores me bendice con sus lágrimas.
ni todos los días se declara una nueva guerra
que pueda seguir por periódico o televisión.
No todos los días se hacen descubrimientos fabulosos
que hagan que la iglesia pueda cerrar la boca una vez más.
No todos los días me toman una buena foto,
ni todos los días escucho una buena canción
que me haga saltar con el ritmo.
No todos los días encuentro un buen diseño a imitar,
ni disfruto una buena charla con algún conocido.
No existen creo, los momentos realmente hermosos,
siempre hay un comentario de más,
una cucharita de realismo en el café perfecto,
como si no fuera suficientemente amargo así como estaba.
-Espera, espera. Déjame entenderlo.
-¿Es confuso no?
-Si, claro que si. ¿Y qué hiciste?
-Le rompí la madre, ni lo pensé.
-Pucha, y ¿cómo así?
-Con el vaso de cerveza, se lo reventé en la cara, y eso que era un chop.
-Jajaja. Le debiste romper la cara con eso.
-Lo hubieras visto, las lágrimas y los chorros de sangre se mezclaban en el suelo.
-¡Que porquería! ¿Y qué más hiciste?
-Nada, salí.
-¿Y ella?
-Ya no va a tener más ganas de jugar creo. Su cara se desarmaba de sorpresa, no esperaba nada.
-Claro, claro, ni decirlo. A mí me dejaste huevon. Debí verlo.
-Fue muy... emocionante.
-Llámame en la próxima sacada de madre porfa.
-jajaja. Ni lo dudes.
16 agosto, 2009
OOPS!

05 agosto, 2009
Aldo dice.
Harto. Un poco HARTO!
Muero por un cigarro. Y tener que ir hasta mi casa para pedir dinero, y luego comprar cigarros, me paraliza del miedo. No estoy seguro si tenga la fuerza. Pero seguro estoy de que fumo mientras me encero los dreads, hace días que no lo hago, como afeitarme, ando en fachas únicas, sufro con la imagen de policia jubilado comiendo chifa de caja con palitos, mientras ve NO MOLESTAR de Fox, o Nick at Nite, en la tele.
Ni pienses en pedirme que sea Gabriel todo el tiempo, y todos los días, es más, ni pienses siquiera en pedirme algo. Las cosas han ido cambiando, sin que yo quiera, sin que el tiempo lo dicte por ritmo natural, el ritmo es probable que lo hayas escogido, también, como el resto de cosas.
Alguna vez estuviste ahí me pregunto. No me respondo. Odio recordarlo. Y sabes de que hablaba cuando escribí tanta estupidez y pretendía... quizás crearme un personaje, idealizarme en parte, para recuerdos ajenos... quizá estafarme solo... hacer ideas... morir un poco... dejar algo de mi en otro lado. Como un querer hacer Orocrux. Para tratar de volverme un poco inmortal, y guardar un poco de ayer. Y ahora que ha pasado largo tiempo. De esto hablaba cuando hablé. A esto me refería cuando me referí como imposible.
Derrepente no importa si lo haces- Si no entiendes es la idea, y si lo haces, también. Y no es bueno sentirse aludido, pues no es sólo para tí.
01 agosto, 2009
Séptimo cigarro. 5

Viendo la cajetilla hoy se pasó gran parte de la tarde, pensando en todo lo que había pasado en estos dos últimos años, como su vida fue desvaneciéndose hasta llegar a eso, que es aún peor que estar muerto. Es la muerte en vida, se sentía como atrapado dentro de un retazo de si mismo, entre sombras de gente que ya no lo rodea, entre compañías que huyeron y recuerdos nostálgicos, pero no esos recuerdos de días anteriores, de su infancia, de sus padres y navidades, sino de recuerdos posteriores, de su adolescencia, de su juventud aún no finalizada.
Casi sin querer y rozando con las lágrimas y el amargor de garganta, fue recordando cada uno de los desplantes, de ropturas, de esos amores que dejó pasar, de los que nunca pasaron, de los que le pasaron encima, atropeyaron y destrozaron por completo. Todos los besos, los perfumes, las pieles, las caricias, las historias, las sonrrisas, cada una tan perfecta como la anterior, pero con mayor crueldad también.
En el mar de la incertidumbre y el excaso confort, junto al sol que le mandaba un inequívoco resplandor. Siguió fumando hasta que el cigarro poco a poco se acabó, sin producir asco ni satisfacción, sólo acabó como acaba el encanto de una flor que nunca fue vista pasada ya la primavera, como acaban las historias que nunca fueron escuchadas, como acaba este cigarro que posiblemente se asoma a ser uno de los últimos.
Quedan dos.17 julio, 2009
Séptimo cigarro. 4
En memoria a su padre escribió unas coplas alguna vez, una de esas tardes en las que se creyó Manrique, coplas que leyó la noche del jueves, con un cigarro y un café, en la sala de su casa. De letra similar a la canción de Piero, (Viejo, mi querido viejo) por poco y una lágrima intentaba rozar su parpado, pero como solía hacer se contuvo, después de leerlas, observó una pequeña foto de su madre, antes de fallecer, que había guardado junto a las coplas, en una cajita pequeña en su librero. Mi madre, cuando todo el mundo se le venía encima. - Dijo y empezó, lo que sería el principio del fin.
Su madre comenzó a fumar tras la muerte inesperada de su esposo, jubilada y sin muchas ocupaciones, se dejó vencer por el cigarro, hacía dos años exactos, en el mes de Marzo. La rutina agotadora era obstáculo para poder ir a visitarla de vez en cuando, por eso será talvez que se sentía algo culpable. Recordaba los fines de semana cuando almorzaba con ella, cada fin adelgazaba más, ignoraba más a su enfermera y se guardaba más las penas para ella misma.
El recuerdo le trajo sentimientos encontrados y el cigarro parecía no más que jugarle malas pasadas, las bocanadas de humo le desgarraban la garganta por completo, como si de carma se tratase, como queriéndo aprobecharse del sentimiento de culpa que intentaba contenerse.
Quedan tres.
14 julio, 2009
Séptimo cigarro. 3

Una alfombra gris cubría el suelo, los asientos acolchonados, aire acondicionado, un baño siempre oliendo a desinfectante, una cocina siempre disponible para poder preparar un café o calentar el almuerzo llegada la hora, en resumen, todo el ambiente de pequeño burgués que deseó tener cuando joven, parecía ser la replica exacta de la oficina de su madre, a diferencia que esta vez él trabajaba y no caminaba viendo los adornos extraños que se suelen tener sobre el escritorio, o tratando de entender los cuadros de arte abstracta que estaban colgados en los pasillos. Todo lo deseado parecía hacerse filtrado por algún extraño desague subterraneo.
Antes para él, la idea de oficina venía en un pack junto a la idea de libertad y trabajo sin presión, pero al conseguir todo lo que cuando joven deseaba, llegó a entender que todo es diferente cuando lo vives de primera mano. Hizo pequeños aros con las últimas bocanadas de humo, mientras el cigarro se consumía casi por completo.
Los aros de humo se iban alejando, hasta chocarse con el techo y desvanecer. -Ya van tres días seguidos en fumar... - Dijo sintiendo un pequeño agujero en los pulmones cargado de culpa, por hacer daño a su organismo, por haber vivido una mentira toda su vida, por la esclavitud voluntaria, ese tipo de culpa indirecta que nunca se llega a saber con claridad de que se trata realmente.
¿Cuándo fue la primera vez que fumé? - Sé preguntó en mente mientras veía el computador cargado de compromisos. Pensó entonces que de seguro había sido una de las pocas cosas que le dejó su padre, pues sólo recordaba una imagen de él, fumando sentado mientras leía y tomaba café, queriendo huir del brillo del sol bajo una sombrilla, lamentaba no poder recordar más, pues mucho no lo conoció. Estoy más que seguro que le hubiera gustado conversar con él alguna vez, sólo lo recordaba o fumando o jugando con apariencia de estar en otro lado. Ocupado, con asuntos del trabajo y/o disfrutando su día libre con cosas que sólo el entendía, nunca fue el tipo de padre que le gustaba pasar el tiempo con su hijo, compartir un poco, conversar talvez, siempre fue una imagen literaria, un personaje de comic seguramente, plano y perfecto.
Es de recordar para él que su padre era un hombre de buenas costumbres y maneras, poco golpeado por la vida pero si insatisfecho de ella, hombre de mucho carácter, conservador pero hombre cansado también, envejecido por sus propios tormentos.
El tercer cigarro fue apagado sobre el cenicero de vidrio que estaba en su escritorio, al acabarse por completo.
Quedan cuatro.
08 julio, 2009
Yo también bailé.
No acostumbro poner links, es cierto. Pero ésta. No desepciona. Lo juro. Alegra.
Hogar. En Julio.
B. ¡Jaja! Bien todo muy bien...
A. ¿Que tal el viaje? Pasa. Pasa.
B. Gracias. Agotador como siempre, pero es bueno respirar estos aires.
A. ¿Pudiste dormir?
B. De a ratos. Estoy un poco cansado.
A. ¿Quieres tomar desayuno?
B. ¡Claro! Traje kingkóng.
A. ¡Genial! Justo venía de comprar el pan. Vamos a la cocina, mientras pongo el agua.
¿Así suena todo diferente no? - Si. Me hubiera gustado, sea así. Y un desayuno repleto de frases hechas y noticias de mejora.
Séptimo cigarro. 2

Era uno de esos martes que no vale la pena ir al cine. Estaba sentado en el sofá de su sala, mientras pensaba un poco, en cuanto puede cambiar uno, en cuan poco tiempo, dependiendo únicamente de los acontecimientos, recordó entonces que tenía la cajetilla en el saco que había usado el dia anterior. Se puso de píe y camino a su cuarto. Encendedor. Cigarros. Cenicero.
Se lanzó sobre el puf, de su cuarto y se quedó ahí como abandonándose, dejó el cenicero en el suelo. Y sin decidirlo realmente, empezó a soñar un poco, revisó con una mirada rápida los carteles publicitarios que tenía colgados en la pared, y no pudo evitar recordar su sueño de adolescente, el hacer la publicidad a sus cigarros favoritos, después como por un salto llegó a su mente el trabajo en un bar, en una de esas tabernas de esquina, que son trancitadas siempre por la misma gente, el segundo trabajo que le hubiese gustado tener.
Si, no eran sueños de un digno burguéz, emprendedores y plenamente rentables, no, pero nuestro protagonista, no era un digno burguéz, es más, nunca se sintió parte de ese mundo, nunca, pero por las razones que el siempre ignoró, llegó a tener su tan deseada y ahora sin importancia, posición económica, que si bien cierto no era uno de esos empresarios millonarios, de los que tanto se oyen hoy en día, se encontraba en una cómoda clase A y su vida era realmente confortable. Se puso el cigarro en la boca, casi sin pensar, y lo prendió en un segundo instante de inconciencia.
Por un momento, le vino a la mente su niñes, recordó a su padre fuera de casa, seguramente llevando los regalos y a su madre preparando el pavo para la noche buena, siempre que volvía a su infancia, lo hacia en épocas de navidad, cuando uno andaba realmente feliz por la casa, avanzando a saltos y tarareando los villancicos. ¡Que hermosos días! - Soltó entre recuerdos.
Sobre el segundo cigarro, fue uno de esos que parece perder sabor mientras más pitadas uno le va dando. Uno de esos cigarros que nunca es contado, incluso cuando la cajetilla está medio vacía y se trata de hacer memoria de cuantos se ha fumado durante el día. Uno de esos que se pierden con la rutina diaria y que se fuma cuando hay que matar el tiempo. La sensación de paz y ligereza que suele acompañar al fumar nunca llegó, fue uno de esos cigarros que pareciera nunca haber sido fumado.
Quedan cinco.
Séptimo cigarro. 1

Quedan seis.
Escena segunda.
Exterior. El pórtico.
Se enfocan los píes, de quienes un instante después de que todo naciera de negro, comenzaron una conversación.
- ¿Cómo está él?
- Está bien, le gusta dibujar y escribir.
- ¿Duerme temprano?
- No, pero ya sabes como es él.
- ¿Ahora qué hace?
- Debe estar dibujando algo, está en su cuarto desde temprano, se encierra cuando dibuja, no come, dice cortarle la inspiración. ¡Es todo un artista!
- Si, eso temo.
07 julio, 2009
06 julio, 2009
Séptimo cigarro. 0

03 julio, 2009
02 julio, 2009
Cautiva gitana.
"Entre el aroma de los inciensos, y a la luz de las velas..."
Mueve tus manos con el mejor de los ritmos, cierra tus pestañas, un segundo solamente, para hacerme la idea de un mundo sin tus ojos. Mírame, pero con la indiferencia que lleva la altivez de tus pasos, para verte lejos, para extrañarte. Paséate por el salón, da vueltas y regresa, bailando y conquistando, con telas largas, y con el pashmira morado. Eleva las manos, siente el aire pasar por tu cuerpo. Silénciate. Tararea. Arrodíllate, envuélvete en sedas, tápate y finge que te apagas por un momento, para luego lanzarte a los aires, como cuando renaces de las derrotas, firme y segura.
Déjame volar contigo, tú con tus telas, yo con mis humos, enamórame en los saltos, con tus palabras extrajeras, cántame al oído, hazme retorcer. Respírame en la cara. Decidida. Vuelve a otro lado con rapidez, la mirada, cuando mi boca agonizante, parezca acercarse demasiado a la tuya. Golpéame con tu cabello. Quiébrate en voz, en piernas y salta, sacude las telas. Rodéame. Aséchame. Bárreme con la mirada, invítame a largar de tu piel mis manos, niégame algún beso perdido. Zapatea al piso, aplaude, y deja que eleve tu falda, hasta el espacio necesario para sentirme inundado de ti.
Cuéntame entre bailes y cantos lo que tus ojos han visto, la pobreza, la historia de tu gente, háblame de otras realidades, de lo que has sufrido, y no es que tus ojos no me basten para viajar, es sólo que quiero que me lo digas solo a mí, con tu voz quebrada con tus pasos suaves y fuertes. Susúrrame, grítame, siéntate frente a mí, con tu silla volteada, deja las telas en el suelo, que te abriguen sólo los humos de mi cigarro, deja el cabello suelto, mírame a los ojos, y sin entregarte, al contrario, completamente ajena, deja que el escenario de piso de madera se reduzca a lo que no te dejarás hacer, que se reduzca a no poder tenerte ni en sueños.
Se puso de píe, justo después de esparcir todo con su aroma, justo cuando casi drogado pretendía cubrir el suelo completo, sólo con mi cuerpo. Se puso de píe, se envolvió, recogió sus aretes largos de plumas y mostacillas, dejó de agarrarse la falda, soltó un suspiro, bebió la copa de vino que dejé sobre la mesa, se arregló el cabello, y se acercó. Paralizado sólo la vi, prender un cigarro y aproximarse. Piel canela, cabello largo, nariz pequeña, ojos gigantes, cejas arqueadas, un lunar junto a la nariz y una boca que se iba abriendo, su lengua húmeda bañó mis labios, regalándome una bocanada de humo, que por poco me devolvió la vida. Se fue alejando de mí, sugeriendo una sonrisa, hasta perderse entre la cortina de colgantes y después por completo al atravesar la puerta.
Se escuchó el portazo, cuando todo junto a mí luchaba por mantenerse quieto, y yo por moverme, por correr tras ella.
30 junio, 2009
Escena primera.
Interior. La sala de estar.
Tres hombres. Dos sentados. Uno de píe. Los dos sentados bebían whisky. Uno, de los dos que estaba sentado, al que llamaremos primer hombre, llevaba una camisa roja, el otro una negra. El tercer hombre, el que permanecía de píe, fumaba un Marlboro light. Hablaban muy rápido.
Primer hombre: No huevon. Yo estoy hablando de los pantalones.
Tercer hombre: ¿De los pantalones? ¡Carajo! Yo hablo de los chocolates.
Segundo hombre: ¿A quién le interesan los chocolates?
Primer hombre: A mí no.
Tercer hombre: A mí tampoco, pero pensé que hablaban de eso.
Segundo hombre: Idiota.
Tercer hombre: Esta bien... Esta bien... Rebobinemos.
Primer hombre: Ok. Decía que caminaba con unos Snickers.
Segundo hombre: No con los chocolates.
Tercer hombre: Si. si. ya lo dijeron.
Primer hombre: Tenía una cartera pequeña, y un polo apretado.
Segundo hombre: uuuf! Y dices que era rubia ¿no?
Primer hombre: Si.
Tercer hombre: ¿Y qué carajos hacía con él?
Primer hombre: Tenía fichas.
Segundo hombre: ¿Eres sano o idiota?
Tercer hombre: Sé que tenía fichas y todo, pero igual, ese pata era un completo imbecil.
Primer hombre: Si, es cierto, pero tenía un Alfa Romeo, creo que yo también le haría caso.
Segundo hombre: Tú porque eres un maricón de mierda.
Tercer hombre: ¡Jaja! - Reía mientras encendía un segundo cigarro.
Primer hombre: Y bueno, bajaron del coche y caminaron hasta el hotel.
Segundo hombre: ¿A ese hotel? ¡Tacaño! Podría pagarle algo mejor.
Tercer hombre: ¿Y qué más?
Primer hombre: Se acercaron al ascensor y ahí empezó lo chevere.
Segundo hombre: ¿En el ascensor? ¡Que pendejo! Se pasó de tacaño.
Primer hombre: No imbecil. Eso no, es que se le acercaron los de la mafia esa.
Tercer hombre: ¿Y que fue?
Segundo hombre: ¡Lo mataron pues!
Primer hombre: ¡Nada de eso! Mataron a la chica, el broder se escondió en la barra de recepción, y los rellenó a balazos.
Tercer hombre: ¡Nah! No jodas. ¿A todos?
Segundo hombre: ¿Mataron a la flacota? ¡Hijos!
Primer hombre: Si, los mató a todos, porque tenía una shutgun en el saco.
Tercer hombre: ¿Qué? ¿Una escopeta en el saco? ¿Y nadie la vio antes?
Primer hombre: Ah... Verdad... No lo noté.
Segundo hombre: Es ridículo. ¿Qué culpa tenía la rubia?
Tercer hombre: Ni pensar. No veré esa pela nunca.
Primer hombre: Pero en serio es buena.
Tercer hombre: ¡Jaja! No ni pensar. Debe ser malísima.
Fin de la escena.
26 junio, 2009
Ocaso de un tonto rey imaginario.
“Coincidimos al instante, como si ya lo hubiéramos platicado…”
Entre tragos y bocanadas, me vi extrañamente inspirado, con uno de esos aires que matan y dan vida a la vez. Me acerqué al piano y como si se tratase de una máquina de escribir, empecé a tipear uno de esos versos que carecen de forma, más no de ritmo, el piano comenzó a sonar con graves y con más graves, en la sala retumbaba la armonía, amarga y desgarrante.
Fumo en la sala que decorabas y limpiabas muy seguido, porque ahora no estás ni tampoco la extraña enfermedad que tuviste que arrastrar, bebo en la sala por la que te gustaba pasear, porque sé que ahora no me puedes ver completamente borracho y si desde algún extraño aleph me logras ver, quiero verme como estoy realmente, acabado y podrido por tu ausencia, pues, sería mentirte si me muestro tranquilo y tratando de sobrellevar tu pérdida, y mentirte es algo que nunca supe hacer del todo.
25 junio, 2009
Conversación en la cocina.
Hacía rato que se la había pasado en el mismo plan, dibujando con el dedo sobre la servilleta un árbol y mil flores por todo el papel, y siguiendo con la mirada el recorrido que hacia una mosca en vuelo. Con la mano con la que no dibujaba, se agarraba el pelo medianamente corto.
La puerta se abrió y cerró al instante, un par de tacos altos comenzaron a subir las gradas, entró a la cocina y la vio ahí, sentada, sin ánimos, como la había visto esos últimos meses. Ni siquiera le preguntó como estaba, adivinó la respuesta. Le dio un beso en la cabeza y abrió el frigider, sacó la mantequilla y la untó en el pan que cortó anteriormente. Arrastraba un carácter, como para encerrarse. Se sirvió un café y mientras le ponía el azúcar, la joven arrinconada preguntó casi renunciando a alguna esperanza. “¿Cómo anda todo?”
A. Bien, Todo bien.
B. ¿Y mi papá?
A. Tranquilo. Leyendo como siempre.
B. ¿Sigue fumando?
A. Ya sabes como es él.
B. ¿Está todo bien entonces?
A. Si. Si. Todo está bien.
B. Ahh…
A. Voy al cuarto, estoy cansada.
B. No, espera. Lo olvidaba, tengo que pagar la universidad.
A. Ah, cielos. Ahora no tengo plata.
B. Tengo plazo hasta el lunes.
A. Y yo no cobro nada hasta la quincena.
B. Me dijeron que si no pago para el fin, ya no podría entrar a clases.
A. ¿Le has comentado a tu tía?
B. Si, pero tampoco tiene.
A. ¿Por qué le dices? Te he dicho que no me gusta que se entere de este tipo de problemas.
B. ¡Mamá eso es lo de menos! ¿De donde vamos a sacar plata?
A. ¿Preguntaste si podrían aumentar el plazo?
B. Si, pero me han dicho que ya debemos mucho.
A. ¿A quien le pedimos ahora?
B. No sé.
A. Tiene que haber alguien…
B. En el trabajo. ¿No habrá alguien?
A. No, ni pensar. Estamos hasta el cuello.
B. ¿Alguna amiga?
A. ¡Ay! ¿De quién? Ya le debo a Rocío por lo de la luz.
B. ¿Y a mi papá?
A. Tu papá está con muchos gastos. No sé si podrá pagarnos éste mes.
B. ¿Tan mal está?
A. Tiene gastos y ahora con el colegio.
B. ¿Qué colegio?
A. Si. Si. La zorra esa, le ha clavado los hijos encima… No quería contarte de esta forma.
Cualquier parecido con la realidad, es pura conincidencia.
15 junio, 2009
Intervención gráfica. IV
12 junio, 2009
Ex-fumador.
Una vergüenza tal, que parecía no poder contenerla en mí, una vergüenza que por lo general me hace cometer aún más errores. Y no sé si es esto se trate de un error, pero a veces me suena ridículo, poniéndolo como: El autor de www.septimocigarro.blogspot.com ha dejado de fumar. Si, por vigésima sexta vez.
Si no tengo cáncer, alguno de éstos días me dará si no hago algo, y si bien cierto que no estoy dispuesto a soportar ningún tipo de tratamiento, tipo quimioterapia, tampoco estoy dispuesto a dejarme morir tan joven. Al menos hasta pasar alguna decena de años más.
Si, por más estúpido que suene. Yo, quien consideré hace un par de horas, el fumar, como uno de los placeres más grandes de la vida, tan igual como comer y follar. Yo quien intenté incluso denominarlo como un arte, o como bien lo dijo Empedocles, se trataba de ésta acción la única conexión que tiene el hombre con el elemento fuego, ya que con los otros podemos mantener una relación tangible.
Por más vergüenza que me de, y sin miedo a cualquier clase de crítica, lo digo: Hoy dejé de fumar.
10 junio, 2009
Al final.
impartiese su tortura,
en tierras grises,
de humo y metal líquido.
En una mañana perdida,
de profundas cicatrices,
cuando niños inocentes,
eran arrojados al mar.
Viví en una tarde agresiva,
de cigarros y balas,
cuando cascos y espadas,
se unían en una tormenta de sangre.
Y morí en una noche tardía,
en una oscura calleja,
y en una tierra baldía.
Morí así sin amor ni moraleja.
Le dejé una memoria precoz,
sibilas sin salida,
razones abiertas,
preguntas sin respuestas.
Y ella me dejó un sin sabor,
un sin salida, un sin razón,
un azul eternizador,
la infinita angustia
06 junio, 2009
Gabriel dice:
Que relajador es eso.
Si tienen el tiempo, disfruten el mismo placer, (cigarro-música)
Es lo mejor.
Los más sinceros deseos de felicidad para aquellos que siguen con la mirada mis letras.
02 junio, 2009
Hogar. En Junio.
B. Nada, ¿Por qué?
A. Estás raro, no sé solo pregunto.
B. ahhh.. ¿nunca has sentido, eso de esperar algo, sin tener la seguridad de qué?
B. Es un poco deprimente, y desconcertante, inquietante. ¿Será que me desespero por cualquier cosa?
A. ¿Te parece? No seas noico, pon el café a pasar, ¿Vas a salir?
A. Preparate un par de cafés, hablemos esta tarde.
31 mayo, 2009
Ficciones.
30 mayo, 2009
Chiste digresionario.
26 mayo, 2009
Con la servilleta extendida.

La plaza Borrego, con sus pajaritos verdes, amarillos, rojos, grises y si mal no recuerdo, me pareció ver uno, entre el ajetreo del vuelo, medio azul. Caía una suave llovizna, y una niebla no muy espesa. Los taxis no llegaban a malograr la vista. Se veía el verde del parque y aún no llegaba la multitud de personas que generalmente paseaban por la tan nostálgica placita. No recuerdo la fecha con exactitud, pero si recuerdo, perfectamente estar sentado, con una servilleta extendida, por si me daban esas ganas de escribir. No hay mejor recuerdo de un lugar, que lo que ahí se escribió. Y con ese pensamiento, mientras prendía un cigarro y bebía mi café caliente esperé poder escribir algo.
Huí de mi Miraflores, de mi Lima, de mi Perú. En ese tiempo, y es lo que recuerdo, Gabriel enfrentaba lo duro que es aceptar una relación abierta, y lo que esto implica, como no sentir celos, ni amor, no confundir sentimientos, entender todo el tiempo que se trataba de una amiga, no confundir caricias, no oler mucho su perfume, no enredarse en su cabello. Besarla y no acostumbrarse. ¡Maldita sensación! Lo creí sensato, terminaba una relación relativamente larga, y no me pareció adecuado seguir en lo mismo. Nunca fui sensato, nunca tomé decisiones bien pensadas. Acepto y luego me enfrento a las consecuencias. ¡Maldita ansiedad! Estaba demasiado destruido como para escribir supongo, pero viéndome ahí, sentado en el café con la servilleta extendida, dejando en parte las penas en el norte, me sentí un poco bien, un poco independiente, un poco yo, un poco solo y no una soledad triste, vacía, era una soledad cargada de mí y me agradaba. Me vinieron por un par de semanas esos buenos aires de autosuficiencia. Y tuve que enfrentar un rompimiento más, sin haber empezado algo realmente, algo seriamente.
Me dijiste que tenías ese miedo, ese miedo de empezar algo con inseguridad, y yo te dije que era un poco un valiente, ¿Lo recuerdas? ¡Ja, vaya valentía la mía, maldición!
No escribí nada, me sentí muy bien, ahí solo y tomando café en tierras ajenas, como para recordar lo duro que había sido largarme por un tiempo, y dejarte ahí, sola y esperando algo de mí. Algo de seguridad de repente.
24 mayo, 2009
Retrato narrativo.
23 mayo, 2009
Etopeya narrativa.
Prosopografía narrativa.
Topografía narrativa.
16 mayo, 2009
Confesiones de diván.
diván... diván... pareciera que baila con el viento, la palabrita. Hubiera sido todo diferente en un diván, envés de la silla metálica, en la que ofrecieron sentarme. Hubiera sido mejor también quedarme una hora, no sólo media y llena de necesitamos que hagas estas listas, que me dibujes aquí a una persona en cuerpo completo, y que tomes las pastillas que te recomendó el psiquiatra. Listo todo, sólo no te excedas de la dosis, no te olvides que no puedes ingerir ningún tipo de bebida alcohólica, no sigas fumando, de preferencia ya déjalo. Otra cosa, pregúntale al Dr. Manrique, como cosa tuya, claro, si es que no sería recomendable que te hagas un examen tiroideo, no lo sé, como recomendación solamente, y en forma de ir descartando. La semana próxima nos vemos, de seguro el lunes, comenzará con las vitaminas y la dosis de pastillas reducirá, así que no estés intranquilo con lo que me decías.
Y con esos consejos y comentarios fue empezando la terapia, de la que espero una solución, porque eso es precisamente lo que necesito, soluciones. Un plano para entender mi cabeza, un mapa para no perderme entre la autoestima, la presión, ansiedad, inseguridad, estrés, depresión, y todas esas abstractas formas de complicarlo todo.
22 abril, 2009
Las mariposas grises.
La madera crujía como cruje el cielo en noches de tormenta, iba amenazando el infierno y los fuegos, que se habían transformado en braza ardiente, convertían todo en ceniza. El humo que bailaba a ritmo natural, por todos lados iba dibujando historias y canciones, el papel quemado trazaba una línea negra dividiendo lo quemado de lo por quemar. Troné los dedos y mil polillas, se elevaron por los aires, mariposas de luto, mariposas de la noche me rodearon sin darme cuenta.
Mis labios estaban tan secos que no tenían ganas más que de besarte otra vez, como cuando me besas al despertar. Hoy soñé con tu boca, soñé que me sumergía y zambullía a mi antojo, que navegaba en una fragata sin mayor rumbo que el que tu me digas. ¿Por qué será que me gusta tanto abandonarme en tí? Hoy soñé con tu boca, y la brisa que movía las velas de mi embarcación era tu perfume, tu olor. Soñé y soñé que me ahogaba cuando la fragata se tornó en almohada y el mar en edredón, desperté ahogado cuando me vi, estirado en una cama vacía, sin sorpresas, sin sonrisas.
Volví al infierno de los papelillos quemados y de la braza ardiente. Aceleré mi corazón una vez más con uno de esos cigarrillos con los que suelo morir un poco, con los que suelo ahogarme y resignarme a medias. Ni siquiera por completo, que es aún más tormentoso. Me envolvieron otra vez esas mariposas grises de muerte, y creí abandonarme en tu pecho. Ayer creí que el vacío era por fumar sin desayunar, hoy sé que no es ese tipo de vacío.
Muero un poco cada día sin ti.
16 abril, 2009
Crónicas. VI

Es un poco niño, le gusta salir, y tener una melliza, le gusta tomar guaraná helada más no alcohol, le gusta escribir un poco a su idioma, e interpretar todas las cosas a su modo, medio fantasioso, relaciona todo de alguna forma mezclada que sólo él entiende. Hacer muecas y sacar la lengua, reír todo el tiempo y animarse como él sólo sabe hacerlo. Le encanta recordar que en algún momento prometió casarse en una iglesia y pensar en sus hijos y en su preciosa señorita.
Todo esto dura, dura lo que dura una fantasía, piensa luego y con éstas palabras se declara como Aldo, el pesimista, el que vive para él y con el único objetivo de crecer materialmente. El que maldice a cada segundo, el que fuma de más, el que no disfruta las cosas y hace todo apuradísimo, por que su tiempo siempre vale más, más que cualquier otra cosa, así se la pase viendo a un puto ordenador sin tener más que poder escribir en éste el blog que comparte con Gabriel, el mellizo.
Sabe muy poco de la vida, y odia esos, los libros que leen a menudo sus padres de superación personal, odia a la gente disforzada y a aquellos que se pasan la vida hablando estupideces, cree tener la gran capacidad de escribir y de diseñar, y no le interesa el resto. A menudo manda a sus amigos a la mierda, por creer que no valen la pena, o por creerlos superficiales. Ama el café y el trasnocharse, en busca de que algún brillo lunar le regale el sentido a la vida.
Yo, que creo conocerlo bien, podría decirte que es un guerrero, anacoreta, un bohemio eternamente somnoliento y en busca de la fantasía, de alguna verdad absoluta. Lo llamo Aldo, el pesimista, por el hecho de que está eternamente en la puerta de la libertad, de la felicidad, pero por no poder verse inferior a Gabriel, al que lo prosigue en nombre, descarta toda posibilidad de tregua.
A. ¿Pero son el mismo?
B. Si.
A. ¿Y cómo viven?
15 abril, 2009
El artista de los dos pinceles.

Estoy seguro que pasó tal como lo imaginé.
Se había sentido un poco cansado, un poco mareado, desde que salió de la oficina y comenzó a caminar por el pasillo, hasta el baño, pero entonces un agudo dolor de cabeza lo detuvo, volvió a todos lados, hasta que lo vio, aparecer como un espectro, rápido y feroz. Intentó pararse derecho para defenderse si es que intentaba algún ataque, pero la droga ya surtía efecto. Un lobo pareció. Tenía los colmillos afuera y una sonrisa alocada, el cabello despeinado y su rostro pálido solo dejaba ver sus ojos, aún más penetrantes que el par de cuchillos que tenía en las gigantescas manos de minotauro.
En un instante la neblina, la oscuridad, los pasillos largos, el aire del ventilador, transformó todo en un laberinto, y la bestia rodeaba al hombre asechándolo, quiso correr, pero un mal paso lo hizo tambalear. La bestia reía a todo volumen y sus gritos rebotaban muro a muro, se fue acercando, poco a poco con la cabeza inclinada hacia la izquierda y la boca abierta.
El espectro, la bestia, el asesino, el porta puñal, el asechador, se iba aproximando a la victima sin decir más que gritos sin sentido. Era la sed, estoy seguro, y fue el miedo que hizo que el hombre tratase de correr y cuando cayo al suelo se arrastró por el infinito pasillo, entonces fue cuando la bestia saltó como el lobo que era de frente a la garganta, y con los puñales le perforó el vientre una y otra vez, hasta escuchar el choque del metal contra el suelo y dejando que la sangre manché las paredes y su rostro, luego soltó uno de los cuchillos y agarró el cuello de su ya destripada victima, y sintió la yugular correr a toda prisa, y mientras con el brazo derecho le iba haciendo cortes a lo largo en todo el pecho. Poco a poco iba sintiendo con el dedo pulgar izquierdo, como la arteria se iba deteniendo, y con ésta las respiraciones de ambos. Los chorros de sangre caían en ambas paredes y el suelo era una piscina por completo.
Dejó los ocres intactos, las sombras se fueron dibujando mientras los focos se iban prendiendo y apagando, el aire se encargó de esparcir el olor a sangre, ese olor similar al oxido, y el pasillo modeló los charcos rojos por todo el complejo de oficinas. Firmó con los dos pinceles en el rostro de la victima y desapareció junto con la bruma.
29 marzo, 2009
19 marzo, 2009
El café burgués III

- Perfecto. ¿Algo más?
- Si, por favor, una cajetilla grande roja.
- ¿Lucky Strike? ¿Marlboro? ¿Pall Mall?
- Lucky Strike. Gracias.
El hombre se fue, sin decir más y en el camino a la barra recogió un par de tazas de la mesa cinco. ¿Cuál había sido la mesa que escogió nuestro hombre? La siete, por supuesto, ni pensar en otra. La que estaba junto a la pared, y con una ventana elevada, como para ventilar adecuadamente la conversación.
¿Acompañado? Si, de un hombre más, de uno de esos que caminan con maletín, con camisa a rayas y con una corbata negra así el verano se encuentre en su máximo esplendor. No se miraron siquiera, hasta que el hombre, anteriormente mencionado, retornó a la mesa siete con el pedido.
Tomaron el café, uno de los dos comenzó a fumar, mientras el otro comentó sobre el buen sabor de aquel café Verona. ¿Siempre hablan sobre ese tipo de cosas, antes de llegar al punto? Si, casi siempre. La verdad pocas veces hablan, uno de ellos opta a menudo por callar y nunca llegar al punto. Pero no por propio gusto, al parecer sufre aquel mismo estado crítico de Haller, y lucha contra sigo mismo en cada una de sus decisiones.
Casi siempre lo veo, luego de haber estado acompañado, luego de tomar su patético y romántico Verona prensado, luego de hacer aquel gesto con la mano, acompañado de un “No, no gracias. No fumo” Si, luego de toda aquella posición mal adaptada, lo veo en el café, en su mesa siete, con un café Express Irlandés, uno especialmente caliente, y con uno de sus cigarrillos baratos, uno de esos que raspan la garganta.
Su café prensado burgués siguió por una media hora, sin comentario de mayor importancia que “éste café es bueno, siempre vengo aquí” o “hacía días que no tomaba un café tan rico como éste” o “nunca me gustó fumar” o “hoy el trabajo me tuvo más que estresado”. La conversación se hizo pasado un rato un poco espontánea, el hombre fumador y el que se había visto obligado a dejar su sombrero de copa en casa, le dijo a nuestro hombre que había despedido a su secretaria, que de un día al otro no la pudo ver más, que no la aguantaba y que no quería que ésta se le acercase. Hubo un silencio seguido de su comentario, seguramente le chocó la firmeza de su decisión, no había pasado una semana desde que ambos se saludaban con un beso al encontrarse en la oficina o en el café.
Era entonces, cuando sentía los golpes de su posición fingida, de hombre ocupado y de empresario exitoso, y es que realmente lo era, era un hombre ocupado y un exitoso empresario, pero no solamente eso, y lo notaba cuando no se veía satisfecho con lo que ésta visión le traía, cuando estos, los comentarios tan inhumanos destrozaban su aparentemente firme corteza de hombre serio e igualmente de poco impresionar, hombre ambicioso que no le importaba el resto, hombre sin amigos, ermitaño adinerado, un anacoreta que vivía de lo único importante para él.
¿Importante para él, qué era eso? Para él, lo único importante era el trabajo, el dinero y este tipo de cosas que sólo te puede regalar la vida cuando con desdén la miras y con desconfianza absoluta buscas sobrevivir en vez de vivir.
27 febrero, 2009
Un tal Gabriel.

Caminaba como siempre, a paso rápido como saltando, con su boina negra y sus lentes oscuros, poco asqueado por el sol que despide el cielo en el mes de su cumpleaños. Se sentó en una banca de La Mar, a pensar un poco, a esperar que la hora de entrar a clases llegase, se sentó y prendió un cigarrillo como era costumbre, levantó poco la mirada y arribó el brazo sobre el respaldar.
Ambos sabíamos que ese lugar le gustaba, era como encontrarse con su "otro yo" por así llamarlo. Un tal Gabriel, que conocí una vez, parecía tener doble personalidad, y parecía encontrarse en el, talvez interminable, debate de personalidades siempre aquí, sentado en su banca de avenida no transitada. Todo se le dibujaba como un pequeño pueblo de sierra limeña, pues otro tipo de sierra no conocía. Todos se hablaban, todos se saludaban, todos trabajaban en el mercado y todos se ayudaban entre sí. Era como una de las comunidades a las que le hubiera encantado pertenecer cuando niño, pero ahora, con sus diecisiete años y de repente un poco más sensato, notó que el nunca pertenecería ese tipo de grupos sociales, unidos y trabajadores, ni tendría amigos por su casa, y si los tuviera, no compartiría sus cosas con ellos.
A Gabriel le gustaba sentarse en esa banca a observarlo todo, como testigo y le agradaba también un poco sentirse no cómplice, sentirse un poco intruso, un poco lejano. Le gustaba compartir el sentimiento de Haller en las gradas viendo la araucaria, le gustaba sentirse todo un lobo estepario, y me lo hizo notar varias veces. Le agradaba la vida pequeño burguesa, pero era demasiado desordenado como para mantener una.
Me comentó una vez que por ratos aborrecía mi presencia, y la de sus amigos, la de su enamorada incluso, en algunas circunstancias, me comentó que era demasiado egoísta como para escuchar al resto de gente y como para poder sentirse a gusto por mucho tiempo. Amaba su desorden, su desconfianza, su ansiedad, sus taquicardias, su vida solitaria. Le agradaba trabajar hasta las madrugadas y hacer sus cosas sin dependencia. Yo siempre pensé que tenía conflictos, pero era extraño, talvez no lo entienda nunca del todo.
Después de leer a Herman Hesse, entendí un poco el caso de Haller, y su conflicto con las dos generaciones, entendí a Gabriel en parte. Tenía un conflicto entre lo ideal y real también. Y es que lo he escuchado hablar de la vida totalmente desenamorado y decepcionado. Lo he escuchado insultar a todos y a sí mismo. Lo he visto ebrio y drogado. Lo he visto enamoradísimo y asqueado de todo. Y creo que muy en el fondo, siempre deseó tener su escondrijo subterfugio, su refugio solo para locos, su café-bar favorito cargado de bohemios y su marihuana mágica que lo haga huir un poco.
Conversando con él, llegué a verlo como un hombre seguro y totalmente hecho, pero a veces también como un niño que no sabe muy bien como actuar y que se equivoca en cada paso. Un niño que pide disculpas por cada cosa que hace y que esconde su rostro bajo la almohada muerto de vergüenza.
17 febrero, 2009
Feliz sea yo.
happy birthay YO YO!!!
happy birthay gaRAbATo!!!
happy birthay YO YO!!!!!!
Hoy es mi cumpleaños, asi que deseenme lo mejor TODOS!
15 febrero, 2009
Crónicas. IV

Me siento, como esparcido, “como mantequilla en mucho pan” como dijo Bilbo, no podría suponer el porqué, pero todo es un mar de sentimientos encontrados. Si fuera mujer seguramente le echaría la culpa a la regla, pero dado que no es el caso, no me queda más que describir este desagradable espasmo de incertidumbre que no por lo general me apabulla hasta ahorcarme, sugiriéndome así una muerte atroz.
Hace algunos días que no me desvelo con mis aires de escritor bohemio, esperando que fluyan dulces prosas. Será que nos vemos un poco menos y te extraño de más, o que hace algún tiempo también que llevo esta terrible gripa que parece quitarme el ánimo a todo. Y es eso precisamente lo que me ocurre, pero no estoy seguro deque haga bien al atribuirle esta culpa al resfrío. Le he perdido las ganas a muchas cosas, siento que algo me falta, tengo ganas de sentir algo fuerte como fumar el cigarro hasta sentir mi garganta quemarse por el plástico del filtro. Quisiera bañarme con agua tan caliente que sienta crecer ampollas en la dermis, y valla que me hace falta un baño, pues los domingos creo, no son días para bañarse y hacer ese tipo de cosas que se suele hacer el resto de la semana. Los domingos son para dormir.
Algo me ha estado fastidiando cuando te hablo por celular estos últimos días, algo me quita la paciencia al tratar con mi abuela, algo me hace no hacerle caso a mi madre cuando me pide favores, algo me obliga a cambiar de carácter de pronto, como si de algún modo me resintiese por algo que realmente no se como describirlo.
“No se que me pasa” te dije ayer mientras tratábamos de arreglar mi cara larga con una conversación. Traté de explicarle a Piero mi condición algo inexplicable, pero por una extraña razón, seguro por éste mismo desanimo, no quise decirlo. Mi rutina es un poco sedentaria, me levanto semitarde, desayuno, toco guitarra y voy a clases de diseño. Bastante aburrida.
Creo que necesito de algún modo algo que sutilmente me encante nuevamente, que me devuelva las ganas de hablar como mellizo, recibir detalles, que me traigas sonrisas, ORDEN de repente, no lo sé en realidad. Te necesito un poco más de repente, o con un poco más de esos alocados momentos.
29 enero, 2009
Zoila Vigil.

"Hace algunas semanas ya que no veo a lapobre Zoila. Con sus pequeños zapatitosde taco, y sus ojitos ligeramente llorosos."
Caminaba por esas pobres cuadras de Miraflores, cercanas al malecón de Angamos y al comedor popular, esas cuadras que cargadas de mecánicos guardan miles de historias. Me venía yo apurado de mi casa, y con un cigarro sin prender. Agudicé los cinco sentidos, y si había un sexto, pretendía agudizarlo también. Cuando me vi relativamente cerca del local donde recibía mis clases, intenté encontrar a quien sea, que tuviese un cigarro prendido o un encendedor. Respiraba con velocidad, esperando sentir el aroma del humo de tabaco, observé las manos de toda la gente que pasaba cerca, para notar si llevaban un cigarro entre los dedos.
Así me pase dos cuadras hasta que percibí el olor del humo, me detuve y busqué con la mirada. Se trataba de un hombre de edad, pero firme aún como un roble. Me hizo recordar por un instante a mi abuelo Carlos, como la última vez que lo vi, alto, firme y hablando de su guerra, mientras fumaba. Le pedí encendedor con un gesto que hice con la mano y el viejo, gentil y con la sonrisa que sólo poseen los ancianos poco fastidiados de la vida, me prendió el cigarro. Le sonreí y con un “gracias” me alejé.
Entonces, así fue cuando me encontró, la delgada Zoila, con aquella su baja, pero precisa estatura. Yo me veía fumando a toda prisa, con el ritmo que llevaban mis pisadas y sin poderlo evitar me vi hipnotizado por su extraña atracción. Volví la cabeza mientras avanzaba y la delgada dama, intentaba ordenar sus cabellos, con la mano, y moviendo la cabeza como tratando de encontrar los hermosos recuerdos que escondían esas, que ahora son sólo calles sucias y mal cuidadas.
Todos conocían a la delgada Zoila Vigil, pero estoy más que seguro que si alguien la veía en la calle, al pasar, admitiría no conocerla. La volví a ver una semana después, con sus pequeños zapatitos rojos, tan brillantes como sus ojos. Podía verme perfectamente reflejado en sus zapatos, y parecía que siempre estaba apunto de llorar y con un par de lágrimas bien cobijadas entre sus pestañas y su pupila café.
“La pobre Zoila” le decían las señoras, cuando volvían del mercado y se cruzaban con ella. Una tercera vez, al verla, noté que tenía una delgada falda, casi transparente, pero era medio azul, y una chompa del mismo color, pero con otra tonalidad. Con el pasar de los años de seguro había olvidado lo que era combinar los colores, y con la deliciosa brisa que Miraflores despide, se le fueron yendo los amigos. Nunca supe en que casa vivía, siempre la vi a media calle, a medio irse, a medio caminar, siempre buscando algo y arreglándose los claros cabellos, por si él volvía.
Los de la zona, decían que estaba loca, será que no creo en los locos y por eso un día casi le dirijo la palabra, desgraciadamente, me encontraba fuera de hora y tenía que llegar de prisa a mis clases.
La cuarta vez que la vi, intenté sonreírle un poco, pero su rostro aquel día, me pareció, era totalmente triste, y me dio la impresión que mientras más le sonreía, ella más triste se ponía. Volví al suelo y seguí caminando, su semblante me quebraba el alma y no quería verla así.
La última vez que la vi, era parte de una imagen realmente conmovedora y triste, con su delgada y débil mano le daba de comer a un pequeño can que deambulaba al igual que ella. Se agachaba cuanto podía para darle comida al perro, dejando ver las almohadas que bajo su chompa y falda se ponía para fingir estar embarazada.
No sé su historia, pero es de uno imaginarla, cargada de tristeza y soledad, caminando por las calles con sus setenta y algo de años encima, fingiendo y creyendo ella misma, estar embarazada, porque siempre deseó tener una hija, a quien peinar junto a la ventana, a quien cantarle mientras la abraza y la dejaba dormir. Y seguramente caminaba por las calles, para mostrarle a la gente que era feliz y que pronto tendría a su tan soñada hija. Seguro buscaba al hombre que había huido mucho antes, de que la cabeza y la soledad al extremo le juegue aquella mala pasada.