Sobre este blog.

Cuatro años después del Septimo Cigarro, siendo un ex-fumador de tabaco y habiendo dejado de lado muchas de mis depresiones adolescentes, me vi aquí nuevamente tratando de robarle palabras al viento, para inmortalizar y/o dejar ir experiencias. Entre ensayos y esbozos intento recobrar esa antigua parte de mi, que creía había muerto.

08 julio, 2009

Escena segunda.

Síbilas de artista.

Exterior. El pórtico.

Se enfocan los píes, de quienes un instante después de que todo naciera de negro, comenzaron una conversación.

- ¿Cómo está él?

- Está bien, le gusta dibujar y escribir.

- ¿Duerme temprano?

- No, pero ya sabes como es él.

- ¿Ahora qué hace?

- Debe estar dibujando algo, está en su cuarto desde temprano, se encierra cuando dibuja, no come, dice cortarle la inspiración. ¡Es todo un artista!

- Si, eso temo.

Los píes se alejan, pero no son ellos los que se mueven, sino la cámara. Se enfoca en el suelo, y comienza a subir, atraviesa el techo, se ve el piso de la segunda plata, la vista se pone otra vez en horizontal y atraviesa una puerta. Entran en el cuarto del joven. Está completamente desordenado y vacío. No se le da importancia a nada en especial, la cámara entra, y se pasea por la habitación. -Las pinturas. Los cigarros consumidos. Las montañas de ropa. La cama destendita-.
Se detiene alfin. A la derecha de la vista, sin centrarlo ni darle mucho enfoque, se lo ve ahorcado con una correa, que estaba ajustada al tuvo de colgar la ropa.
Los créditos a la izquierda.

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