Otra vez salí a por un cigarro a la una y media de la mañana, últimamente parece ser la hora perfecta y exacta para salir a buscar el cigarro por unidad, rojo y barato. Soy estudiante así que aspirar al Lucky me es un poco difícil, me conformo con los clásicos y con la media cajetilla, pero eso si, siempre los rojos. Si puedo decir algo de los cigarrillos es eso, siempre fumé de los rojos, nada de mentol ni sabor a canela, ni light.
La primera vez que fumé, fue probablemente en los primeros años de secundaria, pero fue en afán de jugar a ser grande, una tarde traviesa con amigos del colegio, todos seguramente lucíamos pequeños y rechonchos, con una sonrisa de niño atrevido que se las sabe todas, y con un cigarro en la mano, que de seguro no encajaba en el cuadro, pero así siempre se empieza, al menos hoy en día todos deben haber empezado a fumar con anécdotas un poco tontas y vergonzosas, pero ese no fue el inicio de mi tabaquismo prematuro, éste empezó a los catorce años, cuando un amigo mío, me dio a sujetar su cigarro mientras él se ataba las agujetas, entonces le di una pitada después de mucho tiempo, fue uno de canela si mal no recuerdo, un cigarrillo negro con un hilo dorado que separaba el tabaco del filtro, me gusto el dulzor de los labios luego de la primera pitada, aunque el golpear el humo en el pecho, no era una idea muy placentera que digamos, pero con el tiempo se fue convirtiendo en compañía fiel mientras esperaba el autobús o cuando caminaba por la calle y me olvidaba mi reproductor de música; luego pasando a otros niveles de adicción, fumaba luego de comer y antes de dormir; finalmente pasé al tercer y último grado de adicción al tabaquismo que es el no poder hacer nada sin un cigarro en la boca.
Pasado un tiempo de empezada mi adicción, el amigo, quien junto a mí comenzó a fumar a diario, me comentó que hacía mucho tiempo un amigo suyo le dio a sostener su cigarro mientras éste se ataba las agujetas, pero fiel a su educación religiosa no dudó en no probar el cigarro, con el pasar del tiempo las fiestas y reuniones lo hicieron fumar aunque poco, y luego decidió repetir la jugarreta, pero ahora conmigo. Caí. Solo atiné a reírme al escucharlo.
Los meses fueron pasando, y poco a poco probamos diferentes cosas, cigarros con lo mejor de tabaco negro, que terminó siendo malísimo a mí parecer, luego probamos muchísimas marcas diferentes, con el ánimo que presenta un agnóstico al buscar diversas fuentes de fe. El puro no tardó en ser probado, donde encontramos uno de los mayores placeres. Pronto nos vimos sentados en la mesa de un café conversando con nuestro par de puros en la mano y alucinándonos como gánsters planificando el siguiente golpe. La cabeza te juega difíciles pasadas cuando de un vicio se trata, eso yo lo sé.
Una que otra vez me he visto en la situación de tener que prender los cigarros que horas antes había aplastado contra el cenicero fastidiado por haber durado tan poco, una que otra vez que no encontré un maldito quiosco a las dos de la mañana por mi casa y cuando no tenía dinero suficiente para comprarme media cajetilla en el grifo. Hay momentos de extrema pobreza. Y una vez, sólo una prendí un cigarro que estaba en el suelo cerca de una banca de parque, que no era mío, pero fue por una apuesta, no he llegado aún a tal nivel de ansiedad como para olvidarme tanto de mi dignidad.
1 comentario:
tal vez las otras 19 veces las habias hecho por cumpLir,
estoi segura ke aunque esta sea la numero 20,
lograras no fumar y simplemente por el echo,
de que tu te propuciste no volver a acerlo =)
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