"Para quien canto yo entonces,
si los humildes nunca me entienden..."
Sui Generis
Entonces ya no era más yo. No. Me trataba de un sacerdote, un templario luchando contra lo pre diseñado, contra lo que nos hicieron creer que era firme, real y estable. Y él, mi aprendiz que arrodillado a mis píes y tras mucho tiempo de meditación exagerada, había llegado a la misma conclusión que yo nunca le dije, esperando que las cosas y las ideas vayan corriendo solas, como motivadas por un afán único de enloquecer las mentes.
La lucha infinita de lo que creía bien y mal se redujo al egoísmo exagerado sin prejuicios, a una pelea más interna, más controlada sobre lo que realmente quería. Volví en mí, sin ser un maestro, sin ser nada más que lo que yo deseaba ser, un lobo estepario de los que ya no se oye mucho, un personaje plano, de esos que andan bajo tormentas mentales, y dije a gritos que sería un asesino si tuviera la oportunidad, dije que andaría envuelto en los artes que yo solo entiendo, dije que fumaría hasta que el cáncer me arranque de éste cenotafio infinito vacío de flores, vacío de esperanzas. Por qué de eso trata toda esta puesta en escena, donde Jorge Borges es y había sido siempre el guionista, y Timothy Burton el director de arte.
Los cuervos y buitres se acercaron, asechantes, queriendo arrancarnos algo de vida, pero se toparon con la muerte rodeada de carroña en descomposición.
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