Sobre este blog.

Cuatro años después del Septimo Cigarro, siendo un ex-fumador de tabaco y habiendo dejado de lado muchas de mis depresiones adolescentes, me vi aquí nuevamente tratando de robarle palabras al viento, para inmortalizar y/o dejar ir experiencias. Entre ensayos y esbozos intento recobrar esa antigua parte de mi, que creía había muerto.

30 junio, 2009

Escena primera.

Descripción de una película de acción.

Interior. La sala de estar.

Tres hombres. Dos sentados. Uno de píe. Los dos sentados bebían whisky. Uno, de los dos que estaba sentado, al que llamaremos primer hombre, llevaba una camisa roja, el otro una negra. El tercer hombre, el que permanecía de píe, fumaba un Marlboro light. Hablaban muy rápido.

Primer hombre: No huevon. Yo estoy hablando de los pantalones.
Tercer hombre: ¿De los pantalones? ¡Carajo! Yo hablo de los chocolates.
Segundo hombre: ¿A quién le interesan los chocolates?
Primer hombre: A mí no.
Tercer hombre: A mí tampoco, pero pensé que hablaban de eso.
Segundo hombre: Idiota.
Tercer hombre: Esta bien... Esta bien... Rebobinemos.
Primer hombre: Ok. Decía que caminaba con unos Snickers.
Segundo hombre: No con los chocolates.
Tercer hombre: Si. si. ya lo dijeron.
Primer hombre: Tenía una cartera pequeña, y un polo apretado.
Segundo hombre: uuuf! Y dices que era rubia ¿no?
Primer hombre: Si.
Tercer hombre: ¿Y qué carajos hacía con él?
Primer hombre: Tenía fichas.
Segundo hombre: ¿Eres sano o idiota?
Tercer hombre: Sé que tenía fichas y todo, pero igual, ese pata era un completo imbecil.
Primer hombre: Si, es cierto, pero tenía un Alfa Romeo, creo que yo también le haría caso.
Segundo hombre: Tú porque eres un maricón de mierda.
Tercer hombre: ¡Jaja! - Reía mientras encendía un segundo cigarro.
Primer hombre: Y bueno, bajaron del coche y caminaron hasta el hotel.
Segundo hombre: ¿A ese hotel? ¡Tacaño! Podría pagarle algo mejor.
Tercer hombre: ¿Y qué más?
Primer hombre: Se acercaron al ascensor y ahí empezó lo chevere.
Segundo hombre: ¿En el ascensor? ¡Que pendejo! Se pasó de tacaño.
Primer hombre: No imbecil. Eso no, es que se le acercaron los de la mafia esa.
Tercer hombre: ¿Y que fue?
Segundo hombre: ¡Lo mataron pues!
Primer hombre: ¡Nada de eso! Mataron a la chica, el broder se escondió en la barra de recepción, y los rellenó a balazos.
Tercer hombre: ¡Nah! No jodas. ¿A todos?
Segundo hombre: ¿Mataron a la flacota? ¡Hijos!
Primer hombre: Si, los mató a todos, porque tenía una shutgun en el saco.
Tercer hombre: ¿Qué? ¿Una escopeta en el saco? ¿Y nadie la vio antes?
Primer hombre: Ah... Verdad... No lo noté.
Segundo hombre: Es ridículo. ¿Qué culpa tenía la rubia?
Tercer hombre: Ni pensar. No veré esa pela nunca.
Primer hombre: Pero en serio es buena.
Tercer hombre: ¡Jaja! No ni pensar. Debe ser malísima.

Fin de la escena.

Intervención gráfica. V




De los peores partos de esta maldita sociedad. Aparecí. Con el asqueroso naturalismo que sólo la vida puede atribuirle a algo.


26 junio, 2009

Ocaso de un tonto rey imaginario.


“Coincidimos al instante, como si ya lo hubiéramos platicado…”
Observé deseando que sea por última vez, la gigantesca sala, de piso parquét, repleta de vitrinas de dicroicos y lunas transparentes, casi húmedas por lo limpias que estaban, un sinfín de copas y vasos poligonales de whisky en el interior. Una gigantesca sala de techo alto y de tres ambientes, uno con sillones, luego uno con sillas de madera y un tercero, completamente personal y único, casi vacío, sino fuera por la silla en la que me sentaba a observar todo, como un rey cansado de gobernar que esperaba la muerte, y por el antiguo piano que compramos para ambientar aún más nuestra sala perfecta.
La iluminación era mínima, me gustaba verlo así y me gustaba pensar que sería esa, la vez que observaba todo, la última que lo haría. Recuerdo los sillones, porque nunca me agradaron, tú los escogiste, eran gigantescos, casi siempre era una lucha el levantarme una vez que me había embutido en ellos, y una vez que lograba ponerme de píe, era aún más complejo no perderme en la gigantesca sala, repleta de cuadros y estatuas colgadas en la pared.
Había, en mi sala, una cómoda de madera maciza como la roca, pero finísima como el marfil, no recordaba muy bien lo que ahí guardaba, hacía tiempo que no abría una de esas, siempre te encargaste de guardar las cosas y de servirlas. Otra de las cosas que desconocía de mi reino, siempre fue lo que guardabas en aquel cajoncito empotrado en la pared, nunca fue gran misterio, siempre supiste llevar la conversación y persuadirme cuando preguntaba algo sobre el tema. Seguramente habría alguna de las cartas que le mandabas a tu hermana, y un niño Jesús, supiste que siempre desprecié ese tipo de creencias, nunca creí en nada, en nada más que tu.
Observaba la gigantesca sala que siempre soñamos con tener, y teniendo la satisfacción de que nunca llegaste a ver ésta sala como yo, tan sola y empolvada. Prendí mi pipa, y dejé que el humo inunde mi reino por completo, sujeté mi vaso de whisky on the rocks, desde la base, y me hundí un poco en la embriaguez de lo que se siente estar ahora completamente solo.
Entre tragos y bocanadas, me vi extrañamente inspirado, con uno de esos aires que matan y dan vida a la vez. Me acerqué al piano y como si se tratase de una máquina de escribir, empecé a tipear uno de esos versos que carecen de forma, más no de ritmo, el piano comenzó a sonar con graves y con más graves, en la sala retumbaba la armonía, amarga y desgarrante.
Fumo en la sala que decorabas y limpiabas muy seguido, porque ahora no estás ni tampoco la extraña enfermedad que tuviste que arrastrar, bebo en la sala por la que te gustaba pasear, porque sé que ahora no me puedes ver completamente borracho y si desde algún extraño aleph me logras ver, quiero verme como estoy realmente, acabado y podrido por tu ausencia, pues, sería mentirte si me muestro tranquilo y tratando de sobrellevar tu pérdida, y mentirte es algo que nunca supe hacer del todo.

25 junio, 2009

Conversación en la cocina.

Había en la mesa, y junto a ella, la delgada señorita, un café casi frío, una tostada mordida, en el centro, la panera medio vacía, en el otro extremo un individual que tenía encima un tenedor y un plato pequeño.

Hacía rato que se la había pasado en el mismo plan, dibujando con el dedo sobre la servilleta un árbol y mil flores por todo el papel, y siguiendo con la mirada el recorrido que hacia una mosca en vuelo. Con la mano con la que no dibujaba, se agarraba el pelo medianamente corto.

La puerta se abrió y cerró al instante, un par de tacos altos comenzaron a subir las gradas, entró a la cocina y la vio ahí, sentada, sin ánimos, como la había visto esos últimos meses. Ni siquiera le preguntó como estaba, adivinó la respuesta. Le dio un beso en la cabeza y abrió el frigider, sacó la mantequilla y la untó en el pan que cortó anteriormente. Arrastraba un carácter, como para encerrarse. Se sirvió un café y mientras le ponía el azúcar, la joven arrinconada preguntó casi renunciando a alguna esperanza. “¿Cómo anda todo?”

A. Bien, Todo bien.

B. ¿Y mi papá?

A. Tranquilo. Leyendo como siempre.

B. ¿Sigue fumando?

A. Ya sabes como es él.

B. ¿Está todo bien entonces?

A. Si. Si. Todo está bien.

B. Ahh…

A. Voy al cuarto, estoy cansada.

Pensó huír de la incomoda conversación, y dio los primeros pasos ataconados hacia la puerta de la cocina. La joven por otro lado, se puso de píe y continuó con algo completamente fuera de su interés, mientras se las ingeniaba para volver al tema.

B. No, espera. Lo olvidaba, tengo que pagar la universidad.

A. Ah, cielos. Ahora no tengo plata.

B. Tengo plazo hasta el lunes.

A. Y yo no cobro nada hasta la quincena.

B. Me dijeron que si no pago para el fin, ya no podría entrar a clases.

A. ¿Le has comentado a tu tía?

B. Si, pero tampoco tiene.

A. ¿Por qué le dices? Te he dicho que no me gusta que se entere de este tipo de problemas.

B. ¡Mamá eso es lo de menos! ¿De donde vamos a sacar plata?

A. ¿Preguntaste si podrían aumentar el plazo?

B. Si, pero me han dicho que ya debemos mucho.

A. ¿A quien le pedimos ahora?

B. No sé.

A. Tiene que haber alguien…

B. En el trabajo. ¿No habrá alguien?

A. No, ni pensar. Estamos hasta el cuello.

B. ¿Alguna amiga?

A. ¡Ay! ¿De quién? Ya le debo a Rocío por lo de la luz.

B. ¿Y a mi papá?

A. Tu papá está con muchos gastos. No sé si podrá pagarnos éste mes.

B. ¿Tan mal está?

A. Tiene gastos y ahora con el colegio.

B. ¿Qué colegio?

A. Si. Si. La zorra esa, le ha clavado los hijos encima… No quería contarte de esta forma.

Cualquier parecido con la realidad, es pura conincidencia.

15 junio, 2009

Intervención gráfica. IV

Ha de haber pasado mucho, que no recuerdo que se sentía hacer eso...

Las fotos no son actuales, por si surja alguna confución con lo antes publicado en "Ex-fumador".

12 junio, 2009

Ex-fumador.

Hay ciertas frases que dice la gente y que duelen, y si. Me duelen. A mí, que me las doy de independiente y desinteresado por el "que dirán" me llegan a doler. Y es que cuando lo dice alguien a quien quieres o alguien que aunque sea es importante, (por si aún no me crees que te quiero) Cosas como "¡Nunca cumples lo que prometes!" Y vino a mi cabeza, que para esto, ya estaba bastante confundida, esa sensación de vergüenza extrema, similar a lo que sentí cuando mi profesor Enrique Planas, me dijo que escribiendo era y sería un buen diseñador grafico, y viceversa.

Una vergüenza tal, que parecía no poder contenerla en mí, una vergüenza que por lo general me hace cometer aún más errores. Y no sé si es esto se trate de un error, pero a veces me suena ridículo, poniéndolo como: El autor de www.septimocigarro.blogspot.com ha dejado de fumar. Si, por vigésima sexta vez.

Si no tengo cáncer, alguno de éstos días me dará si no hago algo, y si bien cierto que no estoy dispuesto a soportar ningún tipo de tratamiento, tipo quimioterapia, tampoco estoy dispuesto a dejarme morir tan joven. Al menos hasta pasar alguna decena de años más.

Si, por más estúpido que suene. Yo, quien consideré hace un par de horas, el fumar, como uno de los placeres más grandes de la vida, tan igual como comer y follar. Yo quien intenté incluso denominarlo como un arte, o como bien lo dijo Empedocles, se trataba de ésta acción la única conexión que tiene el hombre con el elemento fuego, ya que con los otros podemos mantener una relación tangible.

Por más vergüenza que me de, y sin miedo a cualquier clase de crítica, lo digo: Hoy dejé de fumar.

10 junio, 2009

Al final.

Yo nací antes de que el tiempo
impartiese su tortura,
en tierras grises,
de humo y metal líquido.

En una mañana perdida,
de profundas cicatrices,
cuando niños inocentes,
eran arrojados al mar.

Viví en una tarde agresiva,
de cigarros y balas,
cuando cascos y espadas,
se unían en una tormenta de sangre.

Y morí en una noche tardía,
en una oscura calleja,
y en una tierra baldía.
Morí así sin amor ni moraleja.

Le dejé una memoria precoz,
sibilas sin salida,
razones abiertas,
preguntas sin respuestas.

Y ella me dejó un sin sabor,
un sin salida, un sin razón,
un azul eternizador,
la infinita angustia

06 junio, 2009

Gabriel dice:

Hoy, viendome a la hora adecuada de escribir, con el cigarro y la música, descubrí que no tengo porqué hacerlo, que preferiría dormir temprano y descanzar, que falta me hace, y me lo dicen los ojos cuando los cierro y los vuelvo a abrir. Tiene su estrés esto, de mantener su blog siempre al día, prefiero fumar tranquilo, oyendo la música y luego descanzar.


Que relajador es eso.

Si tienen el tiempo, disfruten el mismo placer, (cigarro-música)

Es lo mejor.

Los más sinceros deseos de felicidad para aquellos que siguen con la mirada mis letras.

02 junio, 2009

Hogar. En Junio.

A. ¿Qué pasa?

B. Nada, ¿Por qué?

A. Estás raro, no sé solo pregunto.

B. ahhh.. ¿nunca has sentido, eso de esperar algo, sin tener la seguridad de qué?

A. Si, alguna vez me parece haber sentido algo así.

B. Es un poco deprimente, y desconcertante, inquietante. ¿Será que me desespero por cualquier cosa?

A. ¿Te parece? No seas noico, pon el café a pasar, ¿Vas a salir?

B. No. no. Hace una semana no salgo de casa.

A. Preparate un par de cafés, hablemos esta tarde.