Dicen que las polillas halcón traen la muerte en sus alas, en su vuelo.
La madera crujía como cruje el cielo en noches de tormenta, iba amenazando el infierno y los fuegos, que se habían transformado en braza ardiente, convertían todo en ceniza. El humo que bailaba a ritmo natural, por todos lados iba dibujando historias y canciones, el papel quemado trazaba una línea negra dividiendo lo quemado de lo por quemar. Troné los dedos y mil polillas, se elevaron por los aires, mariposas de luto, mariposas de la noche me rodearon sin darme cuenta.
Mis labios estaban tan secos que no tenían ganas más que de besarte otra vez, como cuando me besas al despertar. Hoy soñé con tu boca, soñé que me sumergía y zambullía a mi antojo, que navegaba en una fragata sin mayor rumbo que el que tu me digas. ¿Por qué será que me gusta tanto abandonarme en tí? Hoy soñé con tu boca, y la brisa que movía las velas de mi embarcación era tu perfume, tu olor. Soñé y soñé que me ahogaba cuando la fragata se tornó en almohada y el mar en edredón, desperté ahogado cuando me vi, estirado en una cama vacía, sin sorpresas, sin sonrisas.
Volví al infierno de los papelillos quemados y de la braza ardiente. Aceleré mi corazón una vez más con uno de esos cigarrillos con los que suelo morir un poco, con los que suelo ahogarme y resignarme a medias. Ni siquiera por completo, que es aún más tormentoso. Me envolvieron otra vez esas mariposas grises de muerte, y creí abandonarme en tu pecho. Ayer creí que el vacío era por fumar sin desayunar, hoy sé que no es ese tipo de vacío.
Muero un poco cada día sin ti.
La madera crujía como cruje el cielo en noches de tormenta, iba amenazando el infierno y los fuegos, que se habían transformado en braza ardiente, convertían todo en ceniza. El humo que bailaba a ritmo natural, por todos lados iba dibujando historias y canciones, el papel quemado trazaba una línea negra dividiendo lo quemado de lo por quemar. Troné los dedos y mil polillas, se elevaron por los aires, mariposas de luto, mariposas de la noche me rodearon sin darme cuenta.
Mis labios estaban tan secos que no tenían ganas más que de besarte otra vez, como cuando me besas al despertar. Hoy soñé con tu boca, soñé que me sumergía y zambullía a mi antojo, que navegaba en una fragata sin mayor rumbo que el que tu me digas. ¿Por qué será que me gusta tanto abandonarme en tí? Hoy soñé con tu boca, y la brisa que movía las velas de mi embarcación era tu perfume, tu olor. Soñé y soñé que me ahogaba cuando la fragata se tornó en almohada y el mar en edredón, desperté ahogado cuando me vi, estirado en una cama vacía, sin sorpresas, sin sonrisas.
Volví al infierno de los papelillos quemados y de la braza ardiente. Aceleré mi corazón una vez más con uno de esos cigarrillos con los que suelo morir un poco, con los que suelo ahogarme y resignarme a medias. Ni siquiera por completo, que es aún más tormentoso. Me envolvieron otra vez esas mariposas grises de muerte, y creí abandonarme en tu pecho. Ayer creí que el vacío era por fumar sin desayunar, hoy sé que no es ese tipo de vacío.
Muero un poco cada día sin ti.