
Sobre este blog.
31 diciembre, 2008
23 diciembre, 2008
Crónicas. III

Sobre Navidad.
Diciembre, volvió a mí con un peso único, se ha venido encima, acompañada de muñecos de nieve, santa y sus veinte mil renos. Se han apresurado los días o talvez se debe a que el no hacer nada de fin de clases, me da la impresión de días veloces. Sea lo que sea, la navidad ha cambiado. Si bien es cierto, éste año mi navidad ha enfrentado un duro debate de origen, y mi creencia en Dios se ha opacado hasta desaparecer, he decido festejarla como culto a lo que puede hacer el consumismo y la buena publicidad.
Porque mientras que Coca cola, nos vende a sus ositos polares abrazándose y tomando gaseosa, y nos bombardean con esa falsa imagen de familia unida bajo el calor de la chimenea, rodeando el árbol lleno de luces y abrigados por el frío invernal, aquí en mi país sudaca, en pleno verano, tenemos que aguantar las costumbres americanas del chocolate caliente que nos hace sudar de bochorno y la nieve falsa, pues en mi Lima, no nieva. ¿Y debido a qué? A la buena publicidad.
Esta bien, debo reconocer que no es solo la publicidad, porque sería tonto tratar de engañar a mis pocos lectores, diciendo que mi concepción de navidad es sólo una festividad a la buena propaganda, sino es todo el ambiente en conjunto, la felicidad espontánea y sin sentido, la ligera ambición a los regalos, la cena, siempre abundante, el relajo, el feriado después de la noche buena. Todas éstas cosas me hacen sonreír el veinticuatro en la mañana y tarde.
Pero de alguna forma especial ha venido esta navidad sin tantos ánimos y afanes, ¿Será que las navidades son para los niños, cómo dicen las jugueterías? No sé explicar el porqué, pero lo único que puedo recordar como una alegre navidad es el levantarme muy temprano a desayunar, acompañado de Piero, ver televisión un rato y correr a la sala de piso alfombrado y jugar ahí a las “peleitas”, como solíamos llamarlas, mientras mi papá con paso no muy acelerado, va preparando el infaltable pavo navideño. ¿Será talvez qué en esta navidad, no sólo faltan mis primos y tíos, sino también mi hermano mayor y mi abuela? ¿Será qué el pavo recién fue comprado ayer y no con tantos días de anticipación como era antes? ¿Será qué mi boca olvidó aquel acido único del puré de manzana? ¿Será qué el champán no se ha dejado ver hasta ahora y mi cabeza no asimila la idea de que ya sea noche buena? ¿Será qué alguna clase de melancolía de término de colegio me embarga? ¿Será qué la idea de navidad se ha visto duramente perjudicada con mi decisión de fortalecer mi ateísmo?
15 diciembre, 2008
Crónicas. II

Y es que en tiempos de incertidumbre existencial adolescente, la poca gente a mi alrededor, comienza a crear razones para su vida o cosas por las que valgan la pena seguir viviendo y luchar. Y me veo atrapado, traicionado, por los que me inspiraron a seguir cuestionando contra el sinsentido. Y pues el tiempo parece haberse acelerado para ellos, con los que solía poder conversar a gusto y ahora, que llegué a aborrecer lo que tanto me obligaron a odiar, me veo en la mitad del camino, sin luz con que iluminarme, y con el orgullo suficiente, como para no poder volver pisando mis huellas.
Y me veo otra vez, perdido, como no esperaba verme nunca más. Extraviado entre el ir y el regresar. Y es que el tiempo juega malas pasadas cuando va a paso de empresario y notas el crecimiento a tu alrededor, más no en ti. Y no es que el ron de ésta noche, haya cambiado mi forma de pensar, o que me encuentre en ese cruce de sentimientos melancólicos post-alcoholisismo, ni que sea tan egoísta y que no sienta satisfacción por la felicidad ajena, es sólo que una vez más me siento completamente solo.
Hace unos días que terminé el colegio, y harto de tanta mierda estudiantil llegué a casa feliz y comentando que no volvería a tener que ponerme la camisa dentro del pantalón, ni tener que colgar mi uniforme el domingo en la noche. Fue entonces cuando encontré a mi abuelo gravemente enfermo, a mi hermana apunto de graduarse de la universidad, a un amigo que conozco desde que nací [Isaac] a pocos meses de ser padre, a Abril lista para viajar a Inglaterra y a Lucero a vísperas de matrimonio. Y noté que los siete años que me separan de mi hermano más próximo, se habían vuelto más largos que de costumbre, en no sé que instante. Noté que nuestras vidas eran muchísimo más diferentes de lo que parecían ser y que el tiempo había pasado precipitadamente, causando en mí esta sensación de edad provecta que sólo a veces llega con estremecedores aires.