Recordaré una vez más y sólo para percatarme de todo lo que ha muerto de mí en esos lares.
Por donde empezar dijo Gabriel, lanzando una nueva bocanada de humo-lucky e imaginando un capitulo cualquiera de Los años maravillosos.
Recordaré el ovalo primero, grande, lleno de gente de todo tipo. Pasaré junto a la municipalidad, por aquella calleja de gatos, cruzaré Larco y seguiré hasta alcanfores, donde algún día viviré. Luego sentiré la hermosa brisa humedecida como siempre, las hojas secas en la pista y vereda, el suave aroma a cannabis y continuaré caminando. Pasaré por mi cafetería de siempre, pintada de naranja con tonalidad de rock setentero. Con el sabor del café americano en la boca, podré sentarme y pensar en mi colección de plumas cuculí que tanto me gustaba/en mi sui géneris a todo volumen/en los golpes de mi hermano mayor y los consejos de mi otro hermano/en mi pepegrillo/en mis cuarenta y siete hamsteres/los cuentos de Abril/en las poco entonadas canciones de mi mamá/los cien años de soledad que mi hermana me contó/las tiradas de pera/mi Monoliso/mis GiJoes medio rotos/la colección de carritos de mi tio.
Pasaré entre los trilces recuerdos de mi abuelo materno, seguiré con mi primer cigarro, y con el comienzo de mi adolescencia poco tardía. Los scouts que tanto me enseñaron/las conversaciones con Andrea en el parque mientras se hacían montañas de ceniza por doquier/mis continuas visitas al San Francisco/mis pallmall rojos/mis noches de caminata solitaria/mi huaca pucllana/la llovizna tan típica que me gustaba pensar que era parisina/mi ambiente rebuscadamente bohemio/el Silvio Rodríguez que aprendí a escuchar/mis quince navidades/mis dieciséis cumpleaños/mi primer y espantoso noviazgo/el gato meón que visitaba volublemente mi techo/la compra de cigarros en el Repshop en la madrugada/mi guaraná sin gas.
Llegaré finalmente al último cigarro que consumí en mi casa de miraflores, desde la ventana, como solía hacer de noche. Junto a Piero, que prometió dejar de fumar terminando la mudanza, cuando el sol apenas pensaba en ocultarse y nos rodeaba aquella pesadez única que sigue al almuerzo. En el comedor de la casa, donde curiosamente fumé por primera vez años antes.
Por donde empezar dijo Gabriel, lanzando una nueva bocanada de humo-lucky e imaginando un capitulo cualquiera de Los años maravillosos.
Recordaré el ovalo primero, grande, lleno de gente de todo tipo. Pasaré junto a la municipalidad, por aquella calleja de gatos, cruzaré Larco y seguiré hasta alcanfores, donde algún día viviré. Luego sentiré la hermosa brisa humedecida como siempre, las hojas secas en la pista y vereda, el suave aroma a cannabis y continuaré caminando. Pasaré por mi cafetería de siempre, pintada de naranja con tonalidad de rock setentero. Con el sabor del café americano en la boca, podré sentarme y pensar en mi colección de plumas cuculí que tanto me gustaba/en mi sui géneris a todo volumen/en los golpes de mi hermano mayor y los consejos de mi otro hermano/en mi pepegrillo/en mis cuarenta y siete hamsteres/los cuentos de Abril/en las poco entonadas canciones de mi mamá/los cien años de soledad que mi hermana me contó/las tiradas de pera/mi Monoliso/mis GiJoes medio rotos/la colección de carritos de mi tio.
Pasaré entre los trilces recuerdos de mi abuelo materno, seguiré con mi primer cigarro, y con el comienzo de mi adolescencia poco tardía. Los scouts que tanto me enseñaron/las conversaciones con Andrea en el parque mientras se hacían montañas de ceniza por doquier/mis continuas visitas al San Francisco/mis pallmall rojos/mis noches de caminata solitaria/mi huaca pucllana/la llovizna tan típica que me gustaba pensar que era parisina/mi ambiente rebuscadamente bohemio/el Silvio Rodríguez que aprendí a escuchar/mis quince navidades/mis dieciséis cumpleaños/mi primer y espantoso noviazgo/el gato meón que visitaba volublemente mi techo/la compra de cigarros en el Repshop en la madrugada/mi guaraná sin gas.
Llegaré finalmente al último cigarro que consumí en mi casa de miraflores, desde la ventana, como solía hacer de noche. Junto a Piero, que prometió dejar de fumar terminando la mudanza, cuando el sol apenas pensaba en ocultarse y nos rodeaba aquella pesadez única que sigue al almuerzo. En el comedor de la casa, donde curiosamente fumé por primera vez años antes.