Sobre este blog.

Cuatro años después del Septimo Cigarro, siendo un ex-fumador de tabaco y habiendo dejado de lado muchas de mis depresiones adolescentes, me vi aquí nuevamente tratando de robarle palabras al viento, para inmortalizar y/o dejar ir experiencias. Entre ensayos y esbozos intento recobrar esa antigua parte de mi, que creía había muerto.

29 octubre, 2008

Septiembre semiseco...

Seguramente fue con la pitada número siete, con la que comencé a sentir aquel sabor a tierra que sólo un buen tabaco puede tener, un sabor amargo profundo del alma y fuerte y con amargura suficiente, como para poder desprender aquellos instantes en los que me siento completamente abandonado, sin demostrarlo realmente.

Ahora, como otros de esos días he recordado poco su mirada juguetona, pero para recordar por completo su semblante adorable, dejo digresar los pensamientos lentamente, acabo lo poco de vino semiseco que queda en mi copa cuasi vacía, que junto a la otra, sobre mi mesa, se crea una esperanzadora y falsa imagen de que no estoy solo.

Fumaba lento un cigarro semitriste, semiseco como el vino, cuando escasos rayos de luz, buscando cobijo e ignorando mis persianas se asomaron por mi ventana, iluminando mi cama vacía, por puras ganas de fastidiarme creo yo. Adormilado por el humo y por el poco alcohol traté de encontrar en recuerdos algo que me intente robar una sonrisa. Noté con una de esas medio fraudulentas miradas que el calendario estaba en noveno mes, y rechacé la posibilidad de encontrar en estos días un recuerdo que me devuelva las ganas de respirar.

Los días felices han de haber partido con el comenzar de éste, el mes obscurecido. Con cansancio único de delincuente, que harto de escapar se entrega, y con voluntad única de encarcelado, es cuando puedo asentir que Silvio tenía razón al decir que ya se ha vuelto puta la fortuna.